viernes, 11 de marzo de 2011

*The Beatles (Blackbird)



Blackbird singing
in the dead of night
take these broken wings
and learn to fly
all your life
You were only waiting
for this moment to arise.

Black bird singing
in the dead of night
take these sunken eyes
and learn to see
all your life
you were only waiting
for this moment to be free.

Blackbird fly,
blackbird fly
into the light
of the dark black night.

Blackbird fly,
blackbird fly
into the light
of the dark black night.

Blackbird singing
in the dead of night
take these broken wings
and learn to fly
all your life
you were only waiting
for this moment to arise,
You were only waiting
for this moment to arise,
You were only waiting
for this moment to arise.

lunes, 7 de marzo de 2011

*¿Tolerar o normalizar?

Las palabras suelen ser estrictas guardianas de sus propios significados y frecuentemente las ordenamos y empleamos a nuestro antojo, sin respetar su verdadera esencia. Entonces, las palabras nos muestran nuestra equivocación, exponiendo su verdad, que es la verdad academicista y notarial del diccionario, que, queremos o no, sigue siendo el indiscutible propietario de los significados.

Con frecuencia, desde la clase política, los tertulianos pagados o improvisados, los "fabricantes de opiniones", cuando abordan temas que podríamos entender como “delicados” o susceptibles de “malas interpretaciones” repiten con gran asiduidad, conjugándolo en todos sus tiempos, el verbo tolerar. Nos animan a que seamos ciudadanos tolerantes, a que construyamos una sociedad tolerante, a que toleremos todo aquello o aquellos que no son como nosotros, a que hagamos de la tolerancia una bandera que enarbolar ante todas aquellas discriminaciones o peligros que nos acechan.

Particularmente, y tal vez por disciplina o complicidad con el diccionario, la palabra tolerar no me gusta, o no me gusta de la manera que se emplea en multitud de ocasiones. Si usted busca la palabra en el diccionario, de las cuatro acepciones que nos ofrece, y hasta que no llegamos a la última –respetar las creencias…-, nos dice que tolerar es padecer, resistir, sufrir, soportar…

Si revisamos en nuestra memoria, quién no recuerda docenas de intervenciones de nuestros alcaldes y alcaldesas pasadas y presentes vanagloriándose de que Córdoba es el ejemplo de la tolerancia, como ya demostró en su esplendoroso pasado del cuento de "Las mil y una noches". O sea, que si me guío por el diccionario, nuestros antepasados cordobeses soportaron, padecieron y sufrieron a judíos y moriscos. En fin, que tampoco fue tan bonito y dulce el cuento como nos cuentan.

Tengo unos zapatos que no me gustan demasiado, que son los que debo calzarme cuando desgraciadamente me veo obligado a embutirme el traje. No son unos zapatos que alguna vez me haya puesto por gusto, por sentirme cómodo; forman parte de la obligación laboral, bien podríamos definirlo así. Aún así, reconozco que no son feos del todo, que son, en resumidas cuentas, unos zapatos que tolero, a secas.

Lo de mis zapatos, lo podemos extender a las lentejas, a una camisa, a un compañero de trabajo, a un programa de televisión o a una modalidad olímpica. Es decir, vivimos rodeados de personas, situaciones u objetos que toleramos en mayor o menor medida, que no forman parte de nuestro ideal, pero que están ahí. O sea, que no nos queda más remedio que soportar.

Cuando hablamos de inmigración, de personas en riesgo de exclusión social, o cuando se celebra el Día del Orgullo Gay, por ejemplo, no nos cansamos de repetir –y conjugar- el verbo tolerar. Evocamos la tolerancia como el gran reto social, el maravilloso éxito a alcanzar y no caemos en la crueldad o en la contradicción que se esconde tras esa palabra.

Esto me lo planteo desde una postura bien pensante, porque espero que sean pocos los que empleen la palabra tolerar en su verdadero significado, ya que esconde una aceptación obligada, una convivencia “no deseada”, aunque sí soportable, con algo o alguien que no nos termina de gustar.

Escoger las palabras adecuadas, seleccionarlas, ordenarlas de la manera más acertada sigue siendo un ejercicio en construcción, un reto en el que emplearnos a fondo, sobre todo si quien las pronuncia cuenta con un altavoz que escucha la ciudadanía. De ahí que sea un gran defensor de la palabra normalización: acción y efecto de normalizar. En varios de los ejemplos citados anteriormente es la verdadera tarea a realizar, el camino a recorrer: poner en orden lo que no estaba.

Crueldades, antojos o bondades de las palabras, representaciones escritas y sonoras de nuestros pensamientos. Tal vez tengamos que comenzar por nosotros mismos, por normalizar nuestros propios pensamientos, para más tarde lograrlo con nuestras palabras. En cualquier caso, se trata de una tarea que merece la pena.

*(Artículo del escritor Salvador Gutiérrez Solís).

martes, 1 de marzo de 2011

*Christina Rosenvinge



Condenada por los dioses sin su linda voz,
Eco se esconde en la cueva con su dolor.
El corazón mudo sólo puede repetir
las últimas sílabas que acaba de oír.

Narciso es soberbio. ¡Por Dios, que guapo es!
Las ninfas se ofrecen ante su desinterés.
Pasea en el bosque su melancolía.
Nada es suficiente, su alma está vacía
Eco de lejos le espía y suspira amor.
Cómo confesarlo sin tener su voz.
Un claro del bosque se abre para los dos,
la cálida ninfa se muestra toda candor.

¿Quién eres tu niña loca?
Niña loca… niña loca…
Muero antes que darte un beso...
darte un beso… darte un beso…
Quiero estar solo en el río
en el río... en el río…
¿No pensaras que te quiero?
Te quiero… te quiero…
te quiero…te quiero…
te quiero… te quiero.

Narciso recibe castigo por ser tan cruel.
El agua nunca fue tan clara, ni tanta la sed.
Al ver su reflejo, por fin descubre el amor
y ahogado en sí mismo se convierte en flor
Eco de pena y locura se consumió.
Solo quedó resonando sin fin
su linda voz.

¿Quién eres tu niña loca?
Niña loca… niña loca…
Muero antes que darte un beso...
darte un beso… darte un beso…
Quiero estar solo en el río
en el río... en el río…
¿No pensaras que te quiero?
Te quiero… te quiero…
te quiero… te quiero…
te quiero… te quiero…

Ahora tú dime: ¿Qué demonios hago yo aquí?
¿Soy sólo tu espejo o vuelves a mí?
¿Se me consiente algo más que repetir
cada palabra que deseas oír?
Tocas el agua, se te hunde la nariz.
La imagen es vana, el llanto no tiene fin.

¿Quién eres tu niña loca?
Niña loca… niña loca…
Contigo haré lo que quiera...
lo que quiera… lo que quiera…
¿No ves que triste es mi vida?
Es mi vida... es mi vida…
Tú cargarás con mi pena...
con mi pena… con mi pena…

¿Quién eres tu niña loca?
Niña loca… niña loca…
Muero antes que darte un beso...
darte un beso… darte un beso…
Quiero estar solo en el río...
en el río... en el río…
¿No pensaras que te quiero?
Te quiero… te quiero…
te quiero… te quiero…
te quiero… te quiero…
te quiero… te quiero…
te quiero… te quiero…
te quiero… te quiero…

Nacida en Madrid un 29 de Mayo de 1964 hija de padre danés y madre inglesa, Christina Rosenvinge demuestra pronto sus intereses musicales interpretando canciones en el colegio y formando, en la época de secundaria, su primera banda con gente que va conociendo en la "Movida madrileña" de los 80. Debuta como cantante y como compositora en el grupo "Ella y Los Neumáticos". A finales de la década el grupo queda reducido a un dúo de influencia francófona llamado "Álex & Christina" que grabó dos álbumes antes de separarse a principios de los 1990.
En 1991 crea la banda "Christina y Los Subterráneos" y sacan el con el disco "Que me parta un rayo" donde era autora de todos los temas.
En 1999 se traslada a Nueva York donde inicia una nueva carrera en el mundo anglosajón. Sus amigos de Sonic Youth le ayudan a introducirse en el circuito de salas de la ciudad.
En 2007, ya de vuelta a España, Christina saca a la luz su nuevo trabajo denominado “Verano Fatal” en colaboración con el cantautor independiente Nacho Vegas.
A principios de este año 2011 edita su, hasta ahora, última obra: “La joven Dolores”, que contiene la canción de este videoclip: “Canción del Eco”.