miércoles, 3 de marzo de 2010

*Carta a un maestro

En los años veinte del siglo pasado había un maestro en Argel. Era uno de esos maestros de la escuela republicana francesa que entendían la docencia como la misión de acompañar a los alumnos en su tránsito hacia la plena ciudadanía. Tenía más de treinta en su clase. Entre ellos un niño huérfano de padre, que vivía con su madre analfabeta, un hermano un poco mayor y una abuela cascarrabias empeñada en que los niños comenzaran a trabajar cuanto antes. ¿Acaso podían aprender algo útil huroneando entre los libros? Por si acaso, en casa no había ni uno.

Aquel niño era tan pobre que vivía su pasión por el fútbol desde la ingrata posición de portero, el puesto en el que menos se desgastan los zapatos. Su madre lo había educado para que, sin perder la conciencia de su situación económica, no se rindiera al fatalismo de la miseria. Era, aparentemente, otro niño travieso al que le gustaba liberar a los animales de la perrera y tenía los puños preparados por si tenía que enfrentarse a un matón de patio. Su lengua no era el francés, sino el pataouète, el dialecto hablado en Argelia. Pero su maestro era un maestro. ¿Y qué es un maestro sino el celoso amante de lo mejor que podemos llegar a ser? Lo ayudó a dejar de ser extranjero en su propia lengua, le logró una beca y lo guió por la fascinación de la palabra. En clase, al acabar las lecciones, escuchaba con la imaginación encendida el capítulo de la novela que su maestro leía con voz bien timbrada como gesto de despedida.

El día que se presentó al examen para el acceso a la secundaria, se limpió los zapatos de portero hasta dejarlos relucientes. En la puerta del liceo lo esperaba su maestro, con un croissant en la mano, por si no había desayunado lo suficiente. Este maestro cabal se llamaba Louis Germain.

Treinta años después, a finales de noviembre de 1957, Germain recibió una carta fechada en París. Era de su alumno, que había obtenido el Nobel de Literatura. La leyó emocionado: “Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiera sucedido nada de todo esto”. Firmaba, Albert Camus.

Luego Camus hizo una descripción deliciosa de su maestro en “El primer hombre”, la novela inconclusa que llevaba en el coche en el que murió, recordando que fue él quien le hizo sentirse digno de descubrir el mundo. No conozco un elogio más digno para un maestro.

(Publicado por Gregorio Luri en "La Vanguardia").

6 comentarios:

  1. Hola Carmen, Queria decirte que ese profesor aposto por un humilde y pobre alumno que sin tener por que le dio una oportunidad que el niño no desaprovecho y consiguio ser una persona muy respetada.

    Con profesores asi, que apostaran tanto por los alumnos ellos se animarian mas y intentarian luchar por sacar sus estudios.


    Albert Camus (Mondovi,Argelia, 7 de noviembre de 1913 — Villeblevin, Francia, 4 de enero de 1960) fue un novelista, ensayista, dramaturgo y filósofo francés nacido en Argelia.

    En su variada obra desarrolló un humanismo fundado en la conciencia del absurdo de la condición humana. En 1957, a la edad de 44 años, se le concedió el Premio Nobel de Literatura por «el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy».

    # El grupo inglés post punk The Fall se basó en la novela homónima para su nombre.

    # El grupo de Post Hardcore Titus Andronicus tiene una canción titulada "Albert Camus".

    # En noviembre de 2009 la revista Gotas de Tinta (España) crea el Premio Internacional de Novela "Albert Camus" que se entregará cada primer trimestre del año siguiente.

    http://www.youtube.com/watch?v=M0LT3QJUw98&feature=channel

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  2. Hola Abel:

    Tu comentario es como una moneda valiosa, con una cara brillante y otra oxidada. Voy a hablarte de ambas caras. Y empezaré por la cara buena.

    Es verdad lo que dices: los profesores debemos apostar siempre por los alumnos y brindarles nuestra mano para que logren sacar lo mejor de sí mismos. Pero ellos han de querer tomar esa mano guiadora, para que el gesto de brindarla no quede en eso: en un gesto inútil y desmoralizador.

    Es cierto que hacen falta muchos profesores como el que tuvo la fortuna de encontrar Albert Camus, pero también se necesitan muchos "pequeños Albert" que quieran salir de ese limitado y opaco mundo al que se han acomodado, dando la espalda a un mundo más amplio y luminoso y tan lleno de posibilidades.

    Para convertirse en una persona de bien hay que tener coraje: el coraje de domar esa rebeldía que uno siente y dirigirla hacia objetivos que te hagan mejor y hagan mejor a los otros, a los que te rodean.

    ¿Sabes?, hacer que te teman es my fácil. Lo difícil es lograr que te respeten y te quieran. Ahí tienes un buen reto. Y coraje… yo sé que no te falta.

    ¿Tendrás la suficiente lucidez para tomar la mano que se te brinda? Yo pienso que sí. Pero aquí lo importante es lo que pienses y decidas tú.

    Me ha gustado que hayas completado tu pequeño comentario con más información sobre Albert Camus, y con el link que nos lleva a ese interesante video sobre este personaje.

    Ya sabrás que es un video dividido en seis partes. A lo mejor, si te interesara, podrías preparar una buena presentación oral sobre Albert Camus, basándote en lo que más te llame la atención de lo que se cuenta en esos videos. Seguro que lo harías muy bien, y nos aportarías mucho a todos.
    ¡Al final, todo es cuestión de coraje y de generosidad, Abel! Puedes llegar adonde quieras, si das un pequeño paso hacia allí, y luego otro, y otro...

    La cara sucia de la moneda es tu nivel de ortografía. Pero sobre esto, ya hablaremos tú y yo. Ahora mismo, esto no es lo más importante.

    Nos vemos, Abel.

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  3. Javier Garcia Martin 4ºC12 de marzo de 2010, 16:36

    Madre mia me ha resultado una historia increible, ya se que como yo hay muchos jovenes que no nos damos cuenta de la suerte que tenemos y hay veces que no cogemos esa mano que nos brindan o no miramos y no la vemos, todo es un cumulo de cosas, pero quizas mi madre tenga razon cuando me dice que cuando sea mayor me dare cuenta de las cosas que desaprovechamos y este chico lo aprovecho al maximo, ahora que tuvo un gran apoyo y no le dejo porque creyo en el y claro tendria cualidades. Un saludo

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  4. Javier,

    no es que quizás tu madre tenga razón, es que la tiene. ¡Y harías muy bien en creerla!

    Veo que has comprendido muy bien el mensaje del texto, la humanidad y sabiduría de ese viejo profesor, y el agradecimiento de ese buen alumno que luego se convertiría en un gran escritor y mejor persona. Y eso que pasó con Albert Camus no es un milagro. Es algo que le puede suceder a cualquier chaval como tú, si sabe valorar y coger esa mano que se le ofrece.

    ¿Sabes? No te expresas nada mal a nivel de razonamiento, pero tu nivel de ortografía es muy bajo. Habrá que empezar a corregir esto, ¿no te parece? Te encargaré un trabajito interesante que te resultará muy provechoso.

    Saludos.

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  5. Jesús Rodríguez Castillo13 de marzo de 2010, 19:13

    En sitios como Argel y en 1920, lo normal era que la gente humilde no estudiara. La abuela del niño daba por echo que su nieto estaba perdiendo el tiempo.
    Hay maestros que te influyen de verdad, que recuerdas siempre. No solo te enseñan la materia sino que también te enseñan a creer en uno mismo.

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  6. Buena reflexión, Jesús. Y muy bien expresada.

    En realidad, la verdadera función del buen maestro es la que tú señalas: despertar en sus alumnos la fe en sí mismos, y el amor al saber. A veces se logra y otras veces no, porque también el alumno debe querer "despertar".

    (Sólo una cosita: "La abuela del niño daba por echo...". Este "echo", va con "h", ya que deriva del verbo "hacer"; iría sin "h" si derivara del verbo "echar"). Por lo demás, perfecto, Jesús.

    Un saludo.

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