Genial, pero siempre sobrio, al vivir y al escribir. Serio, aunque permanentemente enamorado de Ángeles. Sus palabras suenan a despedida: "Ya no puedo hacer más".
Cuando llegamos a su casa comenzaba el otoño en Valladolid. Estaba sentado Miguel Delibes en su silla de siempre, debajo del retrato de su mujer, Ángeles, fallecida cuando era aún joven, en 1974. La mujer de su vida. "Me sigo enamorando de ella cada vez que la miro".
Después de la muerte de Ángeles, Delibes, que ya era un clásico vivo de la literatura española, sufrió un bache emocional. La presencia de ese cuadro sobre la cabeza de don Miguel evoca ese tiempo y la felicidad que los dos vivieron.
Durante años, esa ausencia era una presencia íntima y dolorosa, una herida de la que acaso le ayudó a salir un libro memorable, íntimo, casi secreto, “Señora de rojo sobre fondo gris". "Don Miguel -le dijimos- poca gente habla de ese libro, y es impresionante, tan íntimo, tan veraz". "Tendrán pudor", dijo.
Siempre espartano en el vivir y en la escritura y en la expresión de sus sentimientos, ese libro es el reflejo del pudor casi quirúrgico con el que se enfrenta a la tristeza, que es algo hondo y privado; aun así, en esa hondura hay a veces, en el libro, y en Delibes, un destello, un detalle de humor que te desarma.
En sus respuestas al cuestionario que le enviamos, el recuerdo emotivo y vibrante, casi físico, fresco, de Ángeles convierte algunos párrafos en una emocionante, retrospectiva y presente declaración de amor de Miguel Delibes. Eh aquí el cuestionario y sus respuestas::
.-Hay una obra de soledad, 'Cinco horas con Mario'. Don Miguel, ¿la soledad se combate? ¿Sale uno victorioso, o la soledad ya es una vestimenta, va con nosotros a las fiestas y a las despedidas?
Por de pronto, no hay que confundir la soledad con la falta de compañía. La primera la padezco como viudo fiel que he sido, pero no la segunda, ya que me siento muy arropado. Mis hijos están conmigo. Los vecinos me paran en la calle para preguntarme por la salud, el Ayuntamiento de mi ciudad pone mi nombre a lugares culturales notables. Mi familia y amigos se desviven por atenderme, me abastecen de la compañía que necesito. ¿Puedo quejarme yo de soledad?
.-¿Y qué hace la literatura para ayudarnos, la creación artística? ¿O cuando hay dolor ya se acabó todo, no nos ayuda ni Dios?
A veces, Dios ayuda. Ayuda a mucha gente que lo reconoce así. Los evangelios de Cristo son estimulantes a este respecto. Cuando murió mi mujer, Dios me ayudó, sin duda. Tuve esta sensación durante varios años, hasta que logré salir del pozo.
.-¿Cómo cambia Dios, a medida que pasa el tiempo? ¿Qué va siendo la fe? ¿Cambia Dios o cambian los creyentes su concepto de Dios?
A un jesuita no le gustó nada cuando le dije que echaba en falta mi ciega fe de niño. Él prefería una fe más razonada y adulta. Mi opinión es que en este punto no nos es dado elegir. El ateo listo no menciona a Dios apenas, pero cuando lo hace es con un sutilísimo deje de superioridad.
.-Usted escribió en 'Señora de rojo sobre fondo gris': "¿Más de media docena de personas en el mundo que merezcan ser amadas?". ¿Las hay, don Miguel? ¿Qué nos hace amar a la gente?
Las hay, seguramente más. Y ¿por qué nos amamos? El tirón, tanto en el amor como en la amistad, es para mí un misterio.
.-Escribe usted en ese libro: "Entonces dije esa gran verdad de que, con su sola presencia, aligeraba la pesadumbre del vivir". Y usted se preguntaba: "¿Puede decirse de alguien algo más hermoso?".
Esa bella frase sobre mi mujer no es mía. Es de Julián Marías, que la dijo por primera vez en mi recepción en la Real Academia. Me dejó con un nudo en la garganta pensando: "Exactamente eso era ella".
.-Han aparecido sus obras completas, y en la portada aparecen ustedes dos, su novia y usted. ¿Qué memoria viene primero a su mente cuando vuelve a verse en unas fotografías así?
De la foto de Ángeles quinceañera que abre mis obras completas volví a enamorarme cada vez que la veía. Así pasó este verano. Esperando que amaneciera para mirar su fotografía. Siempre fue bella, pero, cuando la conocí, era tan bonita, inteligente y atractiva que tenía alrededor un centenar de moscones. Yo tenía un par de años más que ella, pero nos enamoramos, en el 46 nos casamos y en el 73 la perdí. Eso duró mi historia sentimental.
.-Ella, en el libro, en la vida, era incapaz de rencores. Y cuenta que ella hacía un gesto: se colocaba un hilo blanco en el dedo meñique para marcar sus enfados. ¿Era así?
Lo del hilo en el dedo es rigurosamente cierto. Si el hilo se caía, olvidaba sus motivos de enojo. Me absolvía. Era todo cariño, tan lejos del rencor, que a veces no recordaba por qué se había atado el hilo en el dedo.
.-¿Qué nos hace querer a la gente?
Su encanto, su entrega, su disponibilidad. ¡Sabe Dios! Después, cuando una persona entra en uno, se hace indispensable y no es fácil olvidarla.
.-Ese libro es también una narración sobre lo que el dolor o la incertidumbre hacen sobre el artista. La infelicidad lo interrumpe. ¿Cómo pudo dominar el dolor hasta volver a crear de nuevo, después de la muerte de Ángeles?
El artista no sabe quién le empuja, cuál es su referencia, por qué escribe o por qué pinta, por qué razón dejaría de hacerlo. En mi caso estaba bastante claro. Yo escribía para ella. Y cuando faltó su juicio, me faltó la referencia. Dejé de hacerlo, dejé de escribir, y esta situación duró 17 años. En ese tiempo pensé a veces que todo se había terminado.
.-Hace usted ahí una reflexión muy poderosa, que nos compete a todos: "Es algo que suele suceder con las muertes: lamentar no haberles dicho a tiempo cuánto las amabas, lo necesarios que te eran".
Es un sentimiento de pérdida muy hondo. Como si el olvido fuera imposible. El amor llega a ser una costumbre y no reparamos en sus efectos. Por eso yo lamentaba no haberle dicho a tiempo cuánto la amaba y cuánto la necesitaba. Era un sentimiento de pérdida tan hondo que no me consolaba de haberlo silenciado.
.-En esta novela hay una insinuación sobre el carácter del ser humano, "sobre todo si es artista", demasiado pendiente de sí. ¿Cómo se ha relacionado usted con esa vanidad que cita?
Siempre existe la vanidad en el artista, creo. A veces se muestra agresiva, absorbente. Nunca fue mi caso. La mía fue normalmente asimilada, controlada. Fuera del Premio Nadal, que me prendió fuerte, no recuerdo haber perdido pie por esta causa. Fui asimilando mi obra poco a poco.
.-No poderse replantear el pasado "es una de las limitaciones más crueles de la condición humana". De todos modos, uno se lo replantea. ¿Qué tacharía?
No conduce a nada. Es una pregunta normal en las entrevistas, pero creo que no conduce a nada. Tachar, enmendar mentalmente... ¿Para qué? Mis correcciones cuando he tenido que hacerlas han sido pequeñas, superficiales. A menudo, por mi gusto, habría vuelto a escribir la pieza entera. Pero eso no vale. Uno se queda a gusto o se queda frustrado. Es igual. El bien o el mal ya están hechos.
.-Su mujer decía: "En el peor de los casos, yo he sido feliz 48 años; hay quien no logra serlo 48 horas en toda una vida". Leonardo Sciascia decía que la felicidad era un instante. Hay un momento en que la felicidad es un recuerdo. ¿Qué recuerdo hay de la felicidad?
El estado de felicidad no existe en el hombre. Existen atisbos, instantes, aproximaciones, pero la felicidad termina en el momento en que empieza a manifestarse. Nunca llega a ser una situación continuada. Cuando no tienes nada, necesitas; cuando tienes algo, temes. Siempre es así. Total, que nunca se consigue.
.-Pesimista fue siempre: sobre la Tierra, sobre la naturaleza. ¿Se muere la Tierra, o simplemente está herida?
Desgraciadamente, herida de gravedad. Su destino no podemos preverlo. Creo que aún está en nuestras manos salvarla, pero ¿nos vamos a poner de acuerdo para hacerlo? Estamos tan bien instalados en la abundancia que no es fácil convencer al vecino de que se sacrifique seriamente para impedir el calentamiento del planeta y hacerlo invisible para millones de personas. El momento es crucial para que el hombre nos dé la medida de su sensibilidad.
.-Me decía Emilio Lledó, cuando le conté que le iba a entrevistar: "Menciónale la palabra Fraga". ¿Le sigue soliviantando la palabra Fraga?
Emilio vivía entonces en Valladolid, donde yo dirigía “El Norte de Castilla”, y conocía mis rifirrafes con Fraga, quien se obstinaba en proclamar que el pueblo en España era libre cuando nadie ignoraba que estábamos maniatados. Él y Juan Aparicio, maestro de censores, fueron para mí las nubes más negras de la negra etapa de la censura en España. Mis más penosos recuerdos de esta época fueron ellos: su persecución sistemática, su dureza... A los mayores tiranos siempre les gustó tener fama de liberadores.
.-"No deseo más tiempo. Doy mi vida por vivida". Hay un momento en que dijo esto. ¿Cuándo lo sintió? ¿Cuándo piensa uno que lo ha hecho todo?
No digo esto porque crea que ya lo he hecho todo en la vida, sino por el convencimiento de que ya no puedo hacer más. Se me ha saltado la cuerda como a los coches de los niños pequeños.
.-Ahora está rabioso, su salud es mala, el otoño se le ha echado encima como una mano que acelera la artritis. ¿Algo le alivia, le ayuda a sobrellevar la evidencia del dolor?
Los potingues de farmacia, mis hijos, amigos, el deseo de anteponer la dignidad a la pura queja.
(Entrevista de Juan Cruz a Miguel Delibes el 09/12/2007).
Siempre es triste la pérdida. Pero cuando de la vida se trata, es inevitable. Escribió don Miguel en alguna de sus obras que eso es la vida: unos van enterrando a otros; lo malo será para el último. El humor inteligente aun cuando tratase los temas más trascendentales.
ResponderEliminarDe la entrevista me quedo con su reflexión acerca de lo inasequible de la felicidad: "cuando no tienes nada, necesitas; cuando tienes algo, temes".
Miguel Delibes seguirá vivo en sus obras; en cada una de su páginas.
Estoy muy de acuerdo, Rogelio: no es concebible la vida sin la muerte. Aún así, hay pérdidas que impactan más que otras, o dicho de otro modo: hay muertes que no las vivimos como pérdidas.
ResponderEliminarLa reflexión de Delibes sobre la felicidad es, en efecto, uno de los puntos álgidos de la entrevista, pero no estoy segura de que sea una verdad universal. Tal vez sea así en nuestra cultura occidental; pero puede que en otras culturas (vivas o ya extinguidas), el sentido de la vida y de la muerte, y el de la propia felicidad, tengan o hayan tenido otra connotación muy distinta.
Yo, de la entrevista, también destacaría la dolorosa reflexión de “no haber dicho a tiempo a quienes has perdido cuánto los amabas y lo necesarios que te eran".
En fin, creo que está entrevista a un Delibes ya entregado a la desolada espera de la muerte nos muestra la sencillez y grandeza del ser humano que era y que en todas sus novelas transpiraba.
Siempre sentiré como injusto el que no se le concediera el Premio Nobel que inmerecidamente cayó en manos de ese dudoso personaje llamado Camilo José Cela. Pero ésta es una opinión muy personal.
Saludos, Rogelio.
Hablas, Carmen, en tu comentario, de Camilo José Cela. A veces, casi siempre, puede resultar una dificil tarea discriminar entre un buen litarato y una persona de dudosa probidad.
ResponderEliminarEn el caso del de Iria Flavia -nombre más bello que el pueblo en sí- es más notoria esta dificultad. No es muy conocido el hecho, pero es necesario hacer saber que, el novelista genial, fue delator de personas enfrentadas, o simplemente no afectas, al régimen del dictador Franco.
Sin embargo su literatura es digna de estar en la cima del Parnaso. No echemos en saco roto sus obras más conocidas: "La familia de Pascual Duarte", "La Colmena", "Viaje a la Alcarria".
Junto a ellas, su extravagante manera de conducirse en público, en ocasiones; su polémica obra "La Cruz de San Andrés", de la que sigue pensándose que fue un plagio; sus salidas de tono, como manera de hacerse notar.
La pregunta es, ¿desautoriza a la buena literatura, el hecho de que la mano que la dicta, sea la de una persona de cuestionable bonhomía?
Respecto de la justicia de los premios Nobel, mucho hay que dudar. En Literatura sabemos que Delibes se ha muerto sin obtenerlo. Los "políticamante correctos" señores académicos habrán considerado que, siendo don Miguel, católico y cazador, ambas circunstancias no le hacían digno del premio. Allá ellos. Mucho me temo que habrá algún nombre más que, mereciéndolo, no lo obtendrá; y pienso en Mario Vargas Llosa, por ejemplo.
Saludos para todas y todos.
Rogelio:
ResponderEliminarA tu pregunta de si la buena literatura queda desautorizada por el hecho de que su autor sea una persona de cuestionable honradez y bondad, mi respuesta es, naturalmente, que no.
No seré yo quien niegue a Cela su calidad como escritor, ni la autoría de tres o cuatro obras justamente reconocidas y premiadas.
Pero sigo creyendo injusto que Delibes no recibiera el Premio Nobel de Literatura, y sí lo recibiera, en cambio, Cela.
Pero voy a ir más lejos: pienso que aunque a Delibes se lo hubieran concedido, Cela no debió recibir nunca tal honor y reconocimiento.
-Una razón para negarle a Cela dicho merecimiento, radica, no en la importancia mediática del Premio Nobel, sino en la específica significación implícita en los criterios que para recibir dicha distinción el propio Alfred Nobel dejó escrito en su testamento, y del que transcribo el extracto que afecta al tema que estamos tratando.
"El que suscribe, Alfred Bernhard Nobel, declaro tras profunda reflexión, que mi última voluntad respecto a los bienes que puedo legar tras mi muerte es la siguiente:
Se dispondrá como sigue de todo el remanente de la fortuna realizable que deje al morir: el capital constituirá un fondo cuyo interés se distribuirá anualmente como recompensa a los que, durante el año anterior, HUBIERAN PRESTADO A LA HUMANIDAD LOS MAYORES SERVICIOS. El total se dividirá en cinco partes iguales…
-La cuarta, al que haya producido la obra literaria más notable en el SENTIDO DEL IDEALISMO”.
Admito que el criterio no es fácil de interpretar. No habiendo encontrado una aclaración concreta sobre él, me regiré por los valores que definen una actitud o visión idealista (en cualquier actividad) frente a una concepción materialista o realista para extraer deduciones (por supuesto, cuestionables) que den consistencia a mi opinión.
1º. La obra literaria de Cela me parece más cercana al realismo que al idealismo. Algunas de sus obras, incluso, me parecen un fiel reflejo del espíritu grosero y burdo que poseía "Don Camulo", como algunos lo llamaban.
2º. Al Cela hombre -delatador de personas no afines al régimen franquista que quizás sufrieron muerte o tortura, o, como mínimo, ostracismo, me cuesta imaginarlo como un ser idealista. Porque incluso un fascista puede ser idealista (aunque sea de un modo perverso). Pero él siempre estuvo en el lado que más le convenía: primero con Franco, y una vez muerto Franco y llegada la democracia, contra él.
3º. Un verdadero escritor, y más si es de naturaleza idealista, sirve a la literatura y a sus ideales, no se sirve de ella. Está probado que Cela plagió, al menos en dos ocasiones, obras de otras personas. Esto no es servir a la literatura, sino servirse de ella.
Pero todas estas razones, aunque no presentan a un hombre admirable por sus valores humanos, pueden ser cuestionables a la hora de juzgar si el Cela escritor merecía o no el Premio Nobel de Literatura.
Por ello, voy a exponer la razón más importante, al menos para mí, para señalar a Cela como indigno de recibir el Premio Noble, según las condiciones indicadas por su fundador.
Es la siguiente:
Cela, no sólo fue espía y delatador de personas contrarias al regimen de franquista, sino que, además, durante años fue un censurador al servicio de Franco. Fue alguien que castró la libertad de expresión y que atentó directamente contra la literatura, mutilando un número importante de obras.
Y ahora la pregunta es: ¿Puede alguien así recibir el Premio Nobel de Literatura? ¿Prestó Cela desde su puesto de censurador y verdugo de la libertad de expresión "los mayores servicios a la humanidad", como requería uno de los criterios de Alfred Nobel para optar al premio que él mismo instauró?
Es por esto, Rogelio, que me reafirmo en mi opinión de que Cela nunca mereció recibir el premio Nobel de Literatura. Otros premios, posiblemente sí. Pero no el Nobel. Ni el de persona ejemplar.
Excusa mi larga perorata... y démosla, si te parece, por acabada.Al fin y al cabo, casi todo es opinable.
Un saludo.
Hola Carmen, he leído la entrevista y me ha parecido muy interesante. Yo no he leído nada de Delibes ni se mucho de su vida pero por todos los reportajes que están poniendo a diario en la televisión debería ser una persona muy interesante.
ResponderEliminarA mí también me parece muy buenas las frases que ya habéis citado Rogelio y tú, son frases de las que en filosofía podríamos tener bastante conversación.
Un saludo: Rodrigo
Vaya, Rodrigo!
ResponderEliminarMe has dado una bonita sorpresa al aparecer por el blog. Espero que no sea la última visita que me haces.
Me alegra que te haya interesado el personaje Miguel Delibes.
Dices que no has leído ninguna obra de él. Pues podrías animarte y hacerlo. Tiene muchas, todas muy interesantes. Si te decides y no sabes por cuál empezar, lo hablamos.
O puedes investigar en internet, que está lleno de información sobre él, su vida, sus obras, y preparar una exposición oral.
En fin, son propuestas, pero lo de la exposición oral serviría para hacer lo que tú propones que hagamos en clase: hablar sobre Delibes y su filosofía de vida, como veía el mundo, el amor, la amistad, el dolor, la muerte; todos ellos temas filosóficos importantes.
También me alegra comprobar que redactas y te expresas muy bien. Un pequeño error sí se te ha escapado:
-"sé", cuando deriva del verbo "saber" siempre se acentúa.
Un saludo y nos vemos.
Gracias Carmen, pues ya tengo exposición para cuando volvamos de las vacaciones.
ResponderEliminarUn saludo
Me alegra mucho que me digas esto, Rodrigo. Seguro que lo harás muy bien.
ResponderEliminarUn saludo.
La correspondencia espistolar es maravillosa. Una amiga se ha cibercarteado con un escritor andaluz llamado Odiseo (así firma sus correos secretos). Los correos expresan datos biográficos, amorosos y confidencias que harían las delicias de sus lectores. La relación epistolar comenzó con un flirteo inofensivo: “Soy un solitario”, "soy como el caballero del romance del conde Arnaldos"; "hace años me trasplantaron pero hago vida normal". A los pocos emails suplica: "Por favor, envíame fotos"; "olvida mis libros y mi condición de escritor." Y continúa... "no acostumbro a expresar mis sentimientos, pero cuando miro tus fotos y leo tus cartas me siento sumido en un torbellino que acaso podamos llamar amor"; "tienes algo misterioso, algo de diosa", Y utiliza apelativos como " princesa bonita" o “brujita mala”. Así hasta llegar a las cartas encendidas; "Me siento arrebatado", ¿dónde estabas amor? "babeo cuando te veo en las fotos". Al principio en las despedidas le dice; "te vas ensanchando en mi corazón. Hasta acabar en "me gustaría poseerte y explorarte".
ResponderEliminarOdiseo llevado por su natural concupiscente, tenía pensamientos y experiencias más abiertas en temas sexuales que sus admiradoras. Pero internet es un pañuelo, y las damas seducidas acabaron por estar al tanto de su doble juego. Curioseando en la página de sus fans de facebook, averiguan que su enamorado mantiene relaciones epistolares similares con otras princesas.
Me recuerda esta historia a Las alegres comadres de Windsor, de Shakespeare, en la que dos de las protagonistas, Alice Ford y Ana Page, deciden vengarse, cartas en mano, del taimado seductor Falstaff.