.-Usted distingue entre lo que es la pedagogía con la imagen de la pedagogía de la imagen. ¿Puede explicar las diferencias?
La pedagogía de la imagen es la enseñanza de los lenguajes, las técnicas y las formas de aprovechamiento de imágenes convencionales, a través de los medios. La pedagogía con imágenes consiste en enseñar a explotar didácticamente, en áreas como las Matemáticas, las Lenguas, las Ciencias sociales o naturales, los buenos materiales audiovisuales o multimedia. Pero atención, porque como ya nos avisaba Mario Kaplún, si quieres enseñar latín a Pedro, lo primero que tienes que hacer es conocer a Pedro y no enseñarle a manejar, por ejemplo, la web de una forma convencional. Lo que no se debe hacer es recurrir a las nuevas tecnologías para hacer vieja pedagogía.
.-¿Qué consecuencias tendrá para la educación la extensión de los nuevos lenguajes y los nuevos soportes tecnológicos?
Tenemos a nuestra disposición herramientas impresionantes con las que nunca pudimos soñar. No hemos descubierto aún todas las posibilidades de la web 2.0 y ya estamos asistiendo al anuncio de una web 3.0. Que los alumnos sean capaces de crear sus propios blogs, de maquetar sus páginas con textos e imágenes o con enlaces, nos indica que ya piensan en términos de contenidos hipermedia. Hemos de estar muy atentos ante esas transformaciones y pensar el futuro sin prejuicios.
.-¿A qué se debe que aquí no acabe de cuajar una auténtica televisión educativa?
Llama la atención que, por ejemplo, los espacios informativos específicos para niños y jóvenes hayan sido una especialidad en otros países, y no en España. En Inglaterra, Francia, Italia, Holanda… se ha considerado que los niños tienen derecho a una información, especialmente destinada a ellos, para que adquieran un pensamiento propio sobre la actualidad. Aquí, sólo la Televisión de Cataluña se ha tomado en serio este reto.
.-¿Qué debería caracterizar a una televisión educativa?
Un exdirector general de la BBC decía que la televisión debía hacer que lo popular fuera valioso y que lo valioso fuera popular, que es de lo que se trata. La televisión educativa debe poner a los niños en contacto con una información de calidad, enseñarles a analizar el contexto en el que viven, su realidad histórica, social y cultural. En algunos países cuentan con programas informativos infantiles y juveniles, y esos espacios son seguidos muchas veces por personas mayores que no entienden las noticias de los informativos convencionales. En España, desde que se empezó a luchar por las audiencias, como los niños forman parte de un segmento minoritario, no interesa hacer programas específicos para ellos.
.-Una justificación puramente mercantilista.
Parece que se ha llegado a la conclusión de que la televisión no debe apoyar la educación. Que se diga que los programas infantiles no son rentables, no debería ocultar que las concesiones de las televisiones privadas, que pagamos los ciudadanos, deben cumplir objetivos de servicio público. Los niños de familias sin acceso a los canales de pago también tienen derecho a disfrutar de una programación infantil de calidad.
.-La creciente fragmentación de las audiencias televisivas, ¿podría hacer que los programadores cambiaran de criterio?
Estamos ya en la era de la televisión temática, y la televisión pública deberá dedicarse a audiencias específicas, es muy probable que en breve ninguna televisión supere el 15% de teleespectadores. Esa cifra permitiría que hubiera canales educativos con programas de calidad y formatos desatendidos hasta ahora. Pero nuestra televisión ha arriesgado muy poco en la experimentación de programas útiles para la educación, haría falta una alianza entre las universidades y las empresas públicas de radiotelevisión para avanzar en ese sentido.
.-Dígame un aspecto básico que todo el mundo debería saber sobre el funcionamiento de la televisión.
Sin duda, que las televisiones forman parte de grupos de poder, públicos o privados, que la selección de la información no es ingenua y que si algo no sale en la pantalla no es porque no sea importante, sino por otras razones. Y, en positivo, que hay perlas en las programaciones de las cadenas que deberían ser aprovechadas educativamente. Como ejemplo, la web de la cadena autonómica catalana pone a disposición de las escuelas materiales extraordinarios.
¿Qué pautas habría de incluir una dieta saludable para el consumo de la televisión?
No se trata de prohibir que los niños vean la televisión, sino de acompañarlos en el visionado de algunos programas y comentarlos juntos; ellos siempre están dispuestos a conversar. Lo que los desarma, en positivo, es precisamente que les mostremos interés por sus gustos, que hablemos de las cosas que los inquietan. Con mi hijo pequeño he visto capítulos de Los Simpson y en alguna ocasión me he dado cuenta de que no quería seguir viéndolos: ése es el momento de apagar el aparato y ponerse a hablar, pero también se puede pactar un tiempo de diálogo al final del programa.
.-Usted apuesta por una alianza entre la comunicación y la educación.
Sí, porque somos más la gente preocupada por el otro que quienes van a su rollo de manera egoísta, y ya no podemos seguir con proyectos individuales. Muchos profesionales de los medios quieren una comunicación diferente que se preocupe por los verdaderos problemas de la sociedad. Ellos saben lo que se está haciendo mal y quieren demostrar que los medios sirven para cambiar la sociedad y hacerla mejor. En el mundo de la educación sucede lo mismo, hay grandes profesionales maltratados por el sistema que, sin embargo, mantienen la esperanza de mejorar las cosas. En plena crisis, sigue habiendo barricadas de docentes y de comunicadores dispuestos a que la sociedad cambie.
.-En uno de sus últimos libros habla de la televisión y la educación como de una utopía posible. ¿Qué quiere decir?
La educación consiste en enseñar a no dejarse llevar por la corriente y a dotar de sentido los actos de cada día. Somos muchos más los que pertenecemos, con todas nuestras limitaciones, al grupo de la buena gente deseosa de aprender, con afán constructivo, gente que valora y escucha a los otros, capaz de admirar a sus congéneres y de ayudar a quien lo necesita, gente consciente de que su trabajo debe servir al bienestar propio y al de los otros. Y como decía Benedetti, hemos de defender la alegría de otro mundo posible. La educación ayuda a estar alegre y es un motor de cambio y transformación insustituible. La nueva televisión se integra en la red y los contenidos hipermedia deberían recuperar esa visión de utopía posible que implicaría construir una comunicación al servicio de la sociedad.
(Extracto de entrevista publicada en "Cuadernos de Pedagogía").
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