Tenian las manos atadas, o esposadas, y sin embargo los dedos danzaban, volaban, dibujaban palabras. Los presos estaban encapuchados; pero inclinándose alcanzaban a ver algo, alguito, por abajo. Aunque hablar estaba prohibido, ellos conversaban con las manos.
Pinio Ungerfeld me enseñó el alfabeto de los dedos, que en prisión aprendió sin profesor:
- Algunos teníamos mala letra- me dijo-. Otros eran unos artistas de la caligrafía.
La dictadura uruguaya quería que cada uno fuera nada más que uno, que cada uno fuera nadie: en cárceles y cuarteles, y en todo el país, la comunicación era delito.
Algunos presos pasaron más de diez años enterrados en solitarios calabozos del tamaño de un ataúd, sin escuchar más voces que el estrépito de las rejas o los pasos de las botas por los corredores.
Fernández Huidobro y Mauricio Rosencof, condenados a esa soledad, se salvaron porque pudieron hablarse, con golpecitos, a través de la pared. Así se contaban sueños y recuerdos, amores y desamores; discutían, se abrazaban, se peleaban; compartían certezas y bellezas y también compartían dudas y culpas y preguntas de esas que no tienen respuesta.
Cuando es verdadera, cuando nace de la necesidad de decir, a la voz humana no hay quien la pare. Si le niegan la boca, ella habla por las manos, o por los ojos, o por los poros, o por donde sea. Porque todos, toditos, tenemos algo que decir a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada.
*(De "El libro de los abrazos", de Eduardo Galeano).
Hola Carmen,
ResponderEliminarMe ha parecido curiosa la capacidad de estos hombres de inventar una comunicación propia. Leyendo este texto me he dado cuenta de que probablemente estos hombres, en otras circunstancias no tendrían la necesidad de hablar.
El ser humano es inconformista. En una dictadura no tienes la posibilidad de alzar tu voz, decir aquello que piensas; te surge la necesidad de hablar (y con razón), pero por ejemplo, en la forma de vida política que nosotros poseemos, con la que no estamos de acuerdo en bastantes aspectos, la sociedad no siente necesidad de ejercer sus derechos, reivindicar aquellos aspectos que le afectan negativamente,…
En definitiva: no valoramos lo que tenemos.
María
¡Hola María!
ResponderEliminarEs verdad que cuando se nos prohíbe o recorta la libertad de expresión es cuando más necesitamos hacer uso de ella (aunque sólo sea para reivindicarla), y más inventiva generamos para crear “otros lenguajes”, como ocurre, por ejemplo, en las cárceles, o en sociedades dictatoriales, donde la palabra, dado su poder, es reprimida hasta extremos crueles y absurdos.
La paradoja, como bien señalas, es que cuando tenemos la libertad de expresarnos, callamos o nos unimos al ruido, olvidando que el sentido de hablar es comunicarse.
Sólo nos sentimos realmente humanos cuando estamos en relación con los demás. Y la palabra, bien usada, es un puente que nos une a los otros.
Desafortunadamente, creo que en nuestra sociedad, se habla demasiado y se dice muy poco.
Por ejemplo, cada vez resulta más difícil encontrar un bar o una cafetería donde poder conversar tranquilamente sin que una música machacona, o “la caja tonta” con el volumen a tope, nos lo impida.
En fin, que hay muchas maneras de evitar que la gente se comunique: o prohibiendo la palabra, o acallando el silencio con la dictadura del constante y vacuo ruido .
La capacidad de adaptación del hombre junto con la necesidad de vivir les salvan la vida.
ResponderEliminarNo se puede poner fronteras a la libertad. A estos hombres llegan a controlarlos físicamente pero en su interior siguen luchando por su libertad.
Muy buen comentario, Jesús. Tienes una gran capacidad de síntesis, que espero que sigas desarrollando.
ResponderEliminarPuede que un día de estos te entregue unos puntos de reflexión sobre tu propio comentario que podrían servirte.
Saludos.
A parte del tema de la libertad, coincido con María en la asombrosa capacidad del ser humano, en su ingenio, y por supuesto, en que no está acostumbrado a utilizarlo. Y no creo que ésto ocurra solo con el don de poder hablar, muchas capacidades humanas se pierden por no utilizarlas al máximo, solo en situaciones que estemos completamente obligados, como ocurre en este caso con la lengua.
ResponderEliminarSi todos desarrollasemos todas nuestras capacidades como han hecho estos hombres, quien sabe lo que seriamos capaces de llegar a hacer!
Muy buena reflexión, José Ignacio.
ResponderEliminarEs verdad que apenas usamos el 10% de nuestro potencial (no sólo intelectual, sino también sensorial, emocional, creativo, al fin y al cabo).
Por eso hay que esforzarse en sacar más de nosotros hacia afuera, hacia los otros. Porque la indolencia es como una muerte lenta que te impide vivir la vida en toda su amplitud. Y para desarrollarse, no hay que esperar a encontrarse en situaciones de privación de la libertad, o frente a riesgos extremos.
En realidad, lo heróico es vencer la diaria rutina tras la que solemos protegernos.
Me alegra comprobar, José Ignacio, que has puesto bastante más atención que en otras ocasiones a la hora de redactar este comentario. Esta vez, aunque has cometido faltas, no han sido tantas. Te las señalo, y así vas mejorando tu ortografía:
-José, lleva acento.
-esto, ya no se acentúa nunca.
-sólo, cuando puede sustituirse por solamente, se acentúa.
-desarrollásemos, es palabra esdrújula, por tanto se acentúa.
-quién, cuando tiene un sentido interrogativo, se acentúa.
Bueno, poco a poco, pero vete quedando con estas correciones, ¿vale?
Hola Carmen, sólo quería añadir después de todo lo que hemos dicho, que me parece paradójico que si quieres enseñar a alguien a usar todo su potencial, en vez de estar continuamente ayudándole, tal vez le ayude más si le pones obstáculos (obstáculos que él sea capaz de superar y que tenga motivación suficiente). Si ésto es cierto, ¿no es curioso que cada día el gobierno ponga más fácil el aprobar en los institutos? ¿no nos estarán frenando todas las facilidades que nos ponen?
ResponderEliminarUn saludo
Buen cuestionamiento, José Ignacio.
ResponderEliminarParece claro que si a un niño su madre siempre le pone la cuchara en la boca para alimentarlo, jamás aprenderá a comer por sí mismo.
Ayudar al desarrollo de las personas no es quitarles todos los obstáculos del camino, porque con esto sólo se logra hacer de ellas personas incapaces para superar las dificultades que forzosamente irán encontrando en la vida.
Si quieres convertir a alguien en un verdadero inutil, hazlo todo por él.
También es cierto que el nivel de exigencia en la enseñanza parece cada vez más bajo. Cuando el sistema educativo falla, es más fácil maquillar la realidad regalando aprobados, que cojer al toro por los cuernos.
Por todo esto, vosotros, los jóvenes estudiantes deberíais ser más autoexigentes y no acomodaros en esta falsa realidad, porque al final la verdad siempre termina por imponerse y más de uno se va a dar un buen morrazo.
Veo, José Ignacio, que finalmente te has decidido a acentuar tu nombre. Eso está bien.
Hay, sin embargo, un término que te he corregido al menos tres veces: “esto” no se acentúa nunca. En este mismo artículo hay otra entrada tuya en la que ya te lo indico.
Búscate un método para ir recordando los errores que vayas cometiendo y de este modo irás progresando.
También es cierto que en este escrito sólo has cometido una falta, y eso indica una mejoría que te reconozco y que me alegra.
Venga, un saludo.
Quien me podría dar las respuestas?
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