viernes, 11 de junio de 2010

Entrevista a Jean Genet (I)

En su número de abril de 1964, la revista Playboy conversó con Jean Genet. Ésta es una de las pocas entrevistas que concedió el escritor, que entonces tenía 53 años y se interesaba cada vez más por los movimientos de protesta en los Estados Unidos. La entrevista, que la revista Playboy decidió no atribuir a ningún colaborador, tuvo lugar en París, en uno de los escenarios favoritos de Genet, un barato cuarto de hotel, donde no tenía otras pertenencias que unas hojas de papel y un paquete de tabaco oscuro.

.-Usted se ha referido a su identidad de homosexual, traidor, bandido y cobarde. No puede decirse que haya ocultado su personalidad. De hecho, se le ha acusado de convertir esa confesión en un alardeo con fines publicitarios. ¿Qué hay de cierto en ello?
Es cierto que en mis escritos autobiográficos he resaltado estas cualidades, aunque hay que tomar en cuenta que los escribí hace veinte años y por razones que no siempre fueron muy puras. Me refiero a que no siempre fueron de una naturaleza poética. Así es que supongo que había un elemento publicitario en eso. Pero elegí maneras peligrosas de llevar a cabo esa publicidad; me refiero a que eran formas que me ponían en peligro. El acto de revelarme como homosexual, bandido, traidor y cobarde me colocó en una situación que no era lo que podríamos llamar "segura". Esto hizo que me fuera imposible escribir obras que la sociedad pudiera digerir con facilidad. En resumen, ese aparente alardeo de inmediato me puso fuera de alcance. Me excluí de la buena sociedad.

.-¿Se propuso convertirse en homosexual, traidor, bandido y cobarde, del mismo modo en que decidió publicitarse como tal?
No me lo "propuse". No tomé ninguna decisión. Si empecé a robar fue porque tenía hambre. Después tuve que justificar ese acto, tuve que aceptarlo. En cuanto a ser homosexual, no podría decirle por qué lo soy. No sé nada acerca de ello. ¿Acaso uno sabe por qué es homosexual? ¿Acaso alguien sabe por qué alguien elige una cierta posición para hacer el amor en la cama? La homosexualidad, por decirlo de alguna manera, es algo que me fue dado, como el color de mis ojos, o el tamaño de pies que tengo. En mi infancia estaba consciente de que me atraían los niños. Sólo después de experimentar esa atracción "decidí" elegí libremente mi homosexualidad, en el sentido sartreano de la palabra "elegir". Para decirlo de un modo más sencillo: tuve que soportarlo, aceptarlo, aunque sabía que estaba condenado por la sociedad.

.-¿Alguna vez ha sentido interés por las mujeres?
Sí, me han interesado cuatro: la Virgen María, Juana de Arco, María Antonieta y Madame Curie.

.-Me refiero a un interés sexual.
No, jamás.

.-¿Le importaría ahondar en esto?
No, estoy completamente dispuesto. Me gusta el tema. Estoy consciente de que ahora la homosexualidad es algo que se ve de manera favorable en los círculos seudo-artísticos. Pero todavía es algo que la burguesía reprueba. Yo le debo mucho al hecho de ser homosexual. Si quiere considerarlo como una maldición es asunto suyo, pero yo lo considero una bendición.

.-¿Qué papel juega la homosexualidad en su vida presente? Quisiera decir algo acerca de su aspecto pedagógico. No necesito contarle que me he acostado con todos los muchachos a quienes he procurado. Pero no es sólo el sexo lo que me importa. He tratado de revivir con ellos la aventura que he vivido solo y cuyos símbolos son la degeneración, la traición, el rechazo de la sociedad y, por último, la escritura. Es decir, un retorno a la sociedad pero por otros medios. La homosexualidad excluye al homosexual de la buena sociedad y por esa razón lo obliga a enfrentarse a los valores sociales. Si uno decide cuidar a un joven, no lo hace de una manera trivial. Uno le hace ver la incoherencia de la razón y la sensibilidad inherentes a la sociedad normal. El elemento femenino contenido en la homosexualidad envuelve al muchacho y quizás esto se traduce en una mayor bondad. Cuando el Consejo Ecuménico se reunió en Roma, vi un programa de televisión del Vaticano. Presentaron a unos cuantos cardenales. Dos o tres eran asexuados e insignificantes. Aquellos a quienes les gustaban las mujeres eran aburridos y codiciosos. Sólo el que se veía homosexual me pareció amable e inteligente.

.-¿Considera que la homosexualidad contribuye al "direccionamiento" hacia una sociedad asexual?
Aun si la virilidad estuviera en crisis, eso no me preocuparía mucho. La virilidad es siempre un juego. Los actores norteamericanos juegan a ser viriles. También pienso en Camus, quien adoptó poses viriles. Desde mi punto de vista, la hombría es una cualidad que sirve para proteger lo femenino y no para desflorarlo. Pero evidentemente no estoy en la mejor posición para juzgar. Al oponerse a una actitud convencional, el hombre rompe una concha que le permite revelar una delicadeza que de otra manera no sería evidente. Quizá la emancipación de la mujer moderna impulse al hombre a abandonar viejas actitudes para dirigirse a otras nuevas, más acordes con mujeres menos sumisas.

.-En los dieciséis años que han transcurrido desde que se le absolvió de la cadena perpetua por reincidencia criminal y obtuvo su libertad, ¿sigue robando o ya se reformó?
¿Y usted?

.-Preferiría hacer las preguntas yo, si no le importa.
Está bien. No robo de la manera en que una persona común lo hace. En todo caso, ya no robo como antes. Ahora recibo grandes regalías por mis libros, a mí me parecen grandes. Las regalías son producto de mis antiguos robos. Sigo robando en el sentido de que, en lo que respecta a la sociedad, sigo siendo deshonesto, pero la comunidad pretende que no lo soy.

.-Pasó siete años tras las rejas por sus crímenes. ¿Se consideraba hábil en su oficio?
No era inhábil. Hay un elemento de hipocresía en la operación de robar... (disculpe, pero me molesta su micrófono. Interfiere con mi pensamiento. Veo cómo se mueven los carretes y siento que debería ser cortés con la grabadora que se desenrolla silenciosamente, sin ayuda de nadie).
Pero como le decía: el acto de robar lo obliga a uno a esconderse. Si uno se esconde, oculta parte de su acción y uno no la puede reconocer. Resulta aún más peligroso reconocerla ante los jueces. Ante ellos hay que negarlo todo. Uno tiene que negar ocultando. Cuando uno oculta lo que hace es siempre con ineptitud. Me refiero a que uno no utiliza todas sus habilidades. Por fuerza, algunas de ellas están encaminadas a negar el acto que uno emprende.

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