viernes, 11 de junio de 2010

*Entrevista Jean Genet (II)

.-¿Siente alguna afinidad hacia sus colegas del crimen?
No, de ningún tipo, por la sencillísima razón de que eso me encaminaría hacia la moralidad y, por lo tanto, hacia el bien. Si, por ejemplo, existiera una lealtad entre dos o tres criminales, eso significaría el inicio de una convención moral y, por lo tanto, de inicio del bien.

.-Cuando empezó a escribir en prisión, ¿la soledad de la creatividad era preferible al aislamiento del criminal?
No, porque lo que escribí me hizo sentir aún más solo.

.-¿Qué fue entonces lo que lo hizo escribir?
No lo sé. No sé cuáles fueron las razones profundas. La primera vez que advertí el poder de la escritura fue cuando le envié una postal a una amiga alemana que vivía en Norteamérica. El lado de la postal en que yo debía escribir era blanco, con pequeñas arrugas, como la nieve. Esa superficie me hizo evocar la nieve y la Navidad. En vez de escribir un pensamiento convencional, escribí acerca de la calidad del papel. Eso fue lo que me inició. Esto no explica mi motivo, pero sí me dio mi primera probada de libertad.

.-Escribió su primera novela, "Nuestra señora de las flores", en prisión. ¿Qué actitud tenían las autoridades hacia los esfuerzos literarios de los internos? ¿Lo apoyaron con materiales para escribir?
Ciertamente no. Nos daban papel para hacer bolsas. Fue en ese papel café que escribí el inicio del libro. No creí que fuera a ser leído. Pensé que yo nunca iba a salir de la cárcel. Escribí con sinceridad, con fuego y furia, y con mucha más libertad porque estaba seguro de que el libro jamás sería leído. Un día fuimos de la prisión a la corte. Cuando volví a mi celda el manuscrito había desaparecido. El director de la prisión me mandó llamar. Me castigó: tres días en confinamiento solitario a pan y agua por haber utilizado un papel que "no estaba destinado a obras maestras de la literatura". El despojo del director me hizo sentir menospreciado. Ordené unos cuadernos en la cafetería, me metí a la cama, me sumergí bajo las mantas y traté de recordar, palabra por palabra, las cincuenta cuartillas que había escrito. Creo que lo logré.

.-Aunque hay quienes la han aclamado como una obra maestra del erotismo, muchos críticos se han rehusado a concederle a este libro un reconocimiento literario. ¿Le gratificó el que su publicación haya causado una verdadera tormenta de elogios y protestas?
Sí, pero me habría gustado que la editorial sacara el libro con una portada muy inocente, en un tiraje muy pequeño de trescientos o cuatrocientos ejemplares, y asegurarme de que cayera en manos de los banqueros católicos y gente por el estilo.

.-¿Es usted tan indiferente a la aceptación de los intelectuales, como parece serlo ante la aprobación de la crítica y del público?
Jamás traté de formar parte de la literatura francesa, por no mencionar el hecho de que la literatura francesa difícilmente me habría dado la bienvenida.

.-Dice que no es "uno de ellos". Entonces, ¿departe en sociedad con sus ex compañeros de celda y con sus socios del crimen?
Desde luego que no. Considere la situación. Obtengo regalías de todo el mundo. Usted viene a entrevistarme de Playboy. Mientras tanto, ellos siguen presos. ¿Cómo espera que mantengamos una amistad? Para ellos no soy más que un hombre que ha traicionado. Tuve que traicionar al robo, que es un acto individual, en beneficio de una operación más universal, es decir, la poesía. Tuve que traicionar al ladrón que era para convertirme en el poeta en el que espero haberme convertido. Pero esta "legalidad" no me ha hecho más feliz.

.-Parece sentir que se le considera un paria tanto en la sociedad como en el submundo. ¿Qué piensa de esta reprobación generalizada?
No me importa, pero es cuestión de temperamento. Me gusta ser un proscrito tal y como, con todo respeto, a Lucifer le gustaba ser proscrito por Dios. Pero es por orgullo, y ése no es mi lado bueno.

.-Algunos críticos han tachado a Sartre de blasfemo por llamarlo "San Genet" en la evaluación de seiscientas páginas que escribió sobre su obra. ¿Qué opina de esta canonización intelectual?
Mis detractores no protestarían por un San Camus. ¿Por qué objetan un San Genet? Cuando era niño me resultaba difícil imaginarme presidente de la República, general o cualquier otra cosa por el estilo, a menos, claro, que hubiera un elemento de voluntad o de determinación. Fui hijo ilegítimo. Estaba fuera del orden de la sociedad. ¿Qué podía anhelar sino un destino especial? Si quería utilizar al máximo mi libertad, mis posibilidades, mis facultades -aún no me percataba de mi talento literario- lo único que me quedaba era convertirme en santo, sólo eso; en otras palabras, en una negación del hombre.

.-Usted ha escrito sobre la "eterna pareja" que forman el santo y el criminal. ¿Cuál es la relación que existe entre ellos?
Ambos viven en soledad. Si examina el asunto con detenimiento, ¿no tiene la impresión de que los grandes santos parecen criminales? No existe un lazo visible entre sociedad y santidad. La santidad asusta.

.-Algunos críticos lo han increpado, no sólo por ver la santidad como lo hace sino por atreverse a usar la palabra.
Mis detractores se estremecen de que utilice cualquier palabra, hasta una coma. François Mauriac escribió una vez un artículo sobre mí en el que me pedía que abandonara la escritura. Los buenos cristianos, y particularmente mis detractores, son propietarios de la palabra "santidad": no me permiten usarla.

.-Usted escribió una vez que la poesía es "el arte de usar excremento y hacer que el lector se lo coma". ¿Con esta definición quería justificar su celebrada tendencia a valerse de un lenguaje socialmente inaceptable en su obra?
Las palabras obscenas existen. Si existen, tienen que utilizarse, si no, no se habrían inventado. Si no las utilizara, esas palabras existirían en un estado de apatía. El papel del artista es impartirle valor a las palabras. Usted se refirió a la definición que hice alguna vez de la poesía. Ahora no la definiría así. Si uno quiere tener aunque sea una mínima comprensión del mundo, tiene que deshacerse del resentimiento. Todavía estoy resentido con la sociedad, pero cada vez menos, y espero que no transcurra mucho tiempo antes de que ese sentimiento desaparezca por completo. En el fondo, me importa un carajo. Pero cuando escribí esas palabras estaba resentido; la poesía era una transformación, a través del lenguaje, de lo que se considera materia base en lo que se considera materia noble. Ahora, el problema es muy distinto. Ustedes es decir, la sociedad ya no me interesan como enemigo. Hace diez o quince años estaba en su contra. En este momento no estoy ni a favor ni en contra. Ambos existimos al mismo tiempo. Mi problema ya no es oponerme a ustedes sino hacer algo en lo que estemos involucrados, la sociedad y yo, al mismo tiempo. Ahora creo que si mis libros estimulan a los lectores sexualmente es porque están mal escritos: la emoción poética debería ser tan fuerte que ningún lector sintiera un estímulo sexual. En cuanto a que mis libros son pornográficos, no los rechazo por ello. Sólo respondo que me faltó gracia.

.-¿Cómo evaluaría a Sartre?
Sartre se repite. Tiene unas cuantas ideas principales que ha explotado en varias formas. Cuando lo leo voy más aprisa que él. Pero su autobiografía me sorprendió. En ella muestra su voluntad de liberarse del mundo burgués. En un mundo en el que todos tratan de ser prostitutas respetuosas, resulta agradable encontrarse con alguien que sabe que está un poco prostituido pero no quiere ser respetuoso. Personalmente, Sartre me cae bien. Su compañía es entretenida. Comprende todo sin juzgar, con risa. Él no acepta todo de mí pero disfruta cuando discutimos. Es un hombre en extremo sensible.

.-¿Le complació el inigualable análisis psicológico que hizo de usted?
Me llenó de una especie de repugnancia porque me vi desnudado: desnudado por alguien que no era yo. Me desnudo en todos mis libros, pero al mismo tiempo me disfrazo con palabras, con actitudes, con ciertas elecciones mediante cierto tipo de magia. Me las ingenio para no salir muy dañado. Pero Sartre me desnudó sin ceremonia. Mi primer impulso fue quemar el libro; Sartre me había dado el manuscrito para que lo leyera. Dejé que lo publicara porque mi preocupación fundamental ha sido siempre la de ser responsable de mis actos. Me llevó algún tiempo sobreponerme a la lectura del libro. Me fue casi imposible retomar la escritura. Podría haber producido cierto tipo de novela mecánicamente. Pude haber escrito libros pornográficos de una manera automática. El libro de Sartre creó un vacío que me produjo una especie de deterioro psicológico.

.-¿Cuánto tiempo duró este vacío?
Seis años permanecí en ese abominable estado; seis años de imbecilidad, que es la materia básica de la vida: abrir una puerta, prender un cigarro. En la vida del hombre sólo existen algunos destellos. Todo lo demás es grisura. Pero ese deterioro me condujo a una meditación que finalmente me llevó al teatro.

.-Pero "Velatorio" y "Las criadas" fueron escritas y producidas antes de que se publicara el libro de Sartre.
Así es. Pero el libro de Sartre hizo que explotara algo que ya me era familiar.

.-En opinión de algunos reseñistas, ese "algo familiar" es la condición de los grupos minoritarios acerca de los que escribe y con cuya marginalidad se identifica. ¿Están en lo correcto?
Escribo teatro para cristalizar una emoción teatral, dramática. No me interesa si, por ejemplo, "Los negros" le sirve a los negros. Además, no creo que lo haga. Creo que la acción directa, la lucha contra el colonialismo, hace más por ellos que cualquier obra de teatro. En esas obras traté de dar voz a algo profundamente enterrado, algo que los negros y otros pueblos marginados eran incapaces de expresar.

.-Hablando de "Las criadas", un crítico dijo que "no hablan así".
Bueno, sí lo hacen: pero sólo a mí, cuando estoy solo, a medianoche. Si alguien me dijera que los negros no hablan así, les contestaría que si pusieran su oído contra el corazón de uno de ellos, escucharían lo que escribí. Uno tiene que ser capaz de escuchar lo no dicho.

.-¿Entonces, en sus obras, su afinidad está con las clases oprimidas y necesitadas?
Puede ser que haya escrito estas obras contra mí mismo. Puede ser que yo sea "Los Blancos", "El Patrón", "El Empleado", y trato de aislar los elementos de idiotez que hay en esas cualidades.

.-Bueno, aquí, en esta exigua habitación, aparte de unos cuantos muebles de segunda mano, sólo vemos siete libros, un despertador, una maleta, un traje y tres camisas, además de la ropa que lleva puesta. ¿Es todo lo que posee?
Sí. ¿Por qué habría de tener más? La mía es la pobreza de los ángeles. Las posesiones y todo lo que las acompaña no me interesan en lo más mínimo. A veces, cuando voy a Londres, mi agente me hace una reservación en el Ritz. Pero ¿qué necesidad tengo de poseer lujos y objetos? Escribo: eso es suficiente.

2 comentarios:

  1. Jose Hervás Díaz26 de abril de 2011, 20:54

    Hola Carmen:

    Este hombre, Jean, me recuerda en algunos rasgos a Diógenes (el desprecio por los bienes materiales, la profunda crítica a su sociedad o la anaideia, palabra griega cuyo significado es desvergüenza, provocación o irreverencia, muy típica del cinismo).

    Aunque hay algunos puntos que no comparto con él (su huida del bien,la forma provocativa antes mencionada en que expresa sus ideas, o una postura que considero un poquito extremista en cuanto a los bienes materiales, etc...), pienso que este tipo de personas en su justa medida hacen bien a la sociedad porque, al no responder a ninguna moral, pueden decir lo que quieran, meterse con quien quieran, y hacernos pensar sobre cosas las cuales una persona más moralizada nunca se atrevería a criticar.

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  2. Hola, José:
    A mí me parece un personaje complejo y provocador, en ese sentido puede coincidir con los cínicos. Pero lo que no comparto contigo es tu miedo a la radicalidad, teniendo en cuenta que era una de las características fundamentales de la juventud. ¿Qué está sucediendo con vosotros? ¿Demasiado consumismo tal vez? El capitalismo os ha convertido en siervos.
    No tengas miedo a ser como Sócrates que paseaba por el mercado pensando en todo lo que no necesitaba para vivir.
    Ánimo, seguro que puedes aprender a ser más libre.
    Hasta pronto.

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