.-¿Qué es la educación de la responsabilidad y de la frustración?
Dice Homer Simpson que “si cuesta mucho hacer algo es que no vale la pena hacerlo”. Reconozco que soy un ferviente seguidor de los “Simpson”, pero no me gustaría mucho que Homer fuera el maestro de mis hijos.
Dice Homer Simpson que “si cuesta mucho hacer algo es que no vale la pena hacerlo”. Reconozco que soy un ferviente seguidor de los “Simpson”, pero no me gustaría mucho que Homer fuera el maestro de mis hijos.
Educar a un niño cuesta mucho, y a veces nos sentimos desorientados, pero los padres que quieren a su hijo no lo abandonan a su propia impulsividad, porque en este caso sería incapaz de conquistar la postura vertical o de hablar una lengua. Tal vez una cultura a gatas que se exprese a gritos sería una cultura magnífica, pero por ahora no me veo capaz de renunciar a mis prejuicios a favor de la verticalidad y del lenguaje articulado. Reprimir los caprichos injustificados de los niños no les hace más infelices. Y en cambio la falta de normas y de límites infranqueables los empuja a ser caprichosos e intratables. La incapacidad para hacer frente a pequeños conflictos anuncia la incapacidad para hacer frente a conflictos graves, por la misma razón que aplaudir la “trastada” de un hijo mal educado significa reforzar su falta de urbanidad. Tampoco podemos pretender argumentar siempre nuestras decisiones o poner a votación todas las normas de la casa. No todo se puede argumentar. Los argumentos no les hacen ni frío ni calor a los chantajistas emocionales y dictadores con pantalones cortos. La norma estricta e incuestionable también tiene mucho sentido, especialmente cuando es respetada de forma ejemplar por los mismos padres. Convencer a un adolescente pletórico de energía que no siempre sabe lo que es mejor para él, y que a veces tiene que reprimir sus impulsos y sacrificar su satisfacción inmediata en interés de su futuro, no es fácil. Pero pretender hacer crecer los hijos en un mundo ficticio sin conflictos donde su ingenuidad no se vea expuesta a la complejidad de la vida no es una prueba del amor de los padres, sino de sus miedos.
Me parece que fue Beckett quien se propuso como ideal de vida “fracasar, volver a fracasar y, después, fracasar mejor”. Yo no formularía mi ideal de esta manera, pero reconozco mi simpatía por el filósofo Diógenes, que a veces se pasaba largos ratos discurseando con las estatuas de Atenas para “ejercitarse en fracasar”. No es que el fracaso me parezca especialmente atractivo, pero, ya que es un compañero de viaje, vale más aprender a tener allí tratos sin muchas gesticulaciones. Los méritos de una persona no se miden únicamente por sus éxitos, sino también por su capacidad de levantarse cuando cae. A esto me refiero cuando defiendo la necesidad de educar en la frustración.
.-¿Cuál es el papel de las nuevas tecnologías en la educación?
Lo primero que hay que tener claro es que la escuela ya no está en condiciones de decidir si acoge o no las nuevas tecnologías. Las nuevas tecnologías forman parte de nuestra vida cotidiana y han venido para quedarse. La escuela debe aprender, en todo caso, mantener una relación natural con ellas, lo que no es fácil, por diferentes razones.
Lo primero que hay que tener claro es que la escuela ya no está en condiciones de decidir si acoge o no las nuevas tecnologías. Las nuevas tecnologías forman parte de nuestra vida cotidiana y han venido para quedarse. La escuela debe aprender, en todo caso, mantener una relación natural con ellas, lo que no es fácil, por diferentes razones.
En primer lugar porque ponen herramientas de un potencial extraordinario en manos de personas muy diversas. El profesor creativo hace maravillas, mientras que el falto de creatividad se siente cada vez más medido por el potencial tecnológico.
En segundo lugar porque los adultos hemos tenido que emigrar a un mundo digital habitado por unos nativos que son nuestros hijos. Esto implica que a veces un alumno está más capacitado que su maestro para hacer uso de las nuevas tecnologías.
En tercer lugar porque la inmensa (y creciente) cantidad de información que las tecnologías de la información nos hacen accesible, nos sitúa ante la imposibilidad de la selección crítica de los contenidos, por lo que o bien nos dedicamos a movernos al azar (que es lo que hacen muchos internautas) o confiamos en filtros, es decir, en instituciones serias que me puedan orientar. En un futuro próximo el ignorante será aquel que no pueda confiar en ningún experto que le pueda filtrar la información relevante. Aquí se encuentra un reto inmenso para la escuela.
En cuarto lugar aparece un elemento psicológico muy importante. Parece que los jóvenes que han crecido con las nuevas tecnologías (los nativos del mundo digital) han desarrollado un tipo de atención específica, muy abierta, que es capaz de atender a diferentes experiencias hora (ver la tele, hablar por el móvil, Jugar con la consola, escuchar música, etc), pero tienen muchas dificultades para mantener la concentración sostenida en una única actividad. Como la herramienta fundamento de la educación de la atención sostenida es la lectura, el texto se presenta cada vez más como un complemento imprescindible del hipertexto.
.-¿Qué se debe pedir a los alumnos?
Confianza en los padres y los maestros
.-¿Qué se debe pedir a los alumnos?
Confianza en los padres y los maestros
.-¿Qué se debe pedir a los padres?
Confianza en ellos mismos.
Confianza en ellos mismos.
.-¿Qué se debe pedir a los profesores?
Exactamente lo mismo que a los padres.
Exactamente lo mismo que a los padres.
.-¿Qué encontrará el lector en “La Escuela contra el mundo”?
La preposición «contra» del título puede tener diferentes sentidos, que son los que intento poner de manifiesto en el libro. La escuela puede posicionarse contra el mundo cuando ignora la realidad y se muestra incapaz de proporcionar las herramientas indispensables para la competición social que hay en la calle; cuando educa a los alumnos en unos valores que ponen en cuestión tanto el esfuerzo como la jerarquía y la selección, cuando hay un desacuerdo grave entre lo que se enseña en las aulas y lo que la sociedad pide. Se sitúa contra el mundo cuando no se atreve a aspirar de verdad a la excelencia y desconfía de la meritocracia; cuando vive pendiente de unos discursos que hace tiempo que han dejado de tener eco social o cuando confunde la pedagogía con una terapia contra los males de la vida humana, sin darse cuenta que una vida sin frustraciones va en contra de ella misma. La escuela se posiciona también contra su comunidad cuando confunde al alumno con un cliente y el conocimiento con el entretenimiento. Para cumplir fielmente su misión, es posible que la escuela tenga que navegar a menudo contracorriente. No hay que dejarse arrastrar por aquellas psicologías y filosofías que hacen de la frivolidad un principio y menospreciar el rigor, el esfuerzo y la educación del carácter.
(Entrevista realizada por Diego Giménez).
La preposición «contra» del título puede tener diferentes sentidos, que son los que intento poner de manifiesto en el libro. La escuela puede posicionarse contra el mundo cuando ignora la realidad y se muestra incapaz de proporcionar las herramientas indispensables para la competición social que hay en la calle; cuando educa a los alumnos en unos valores que ponen en cuestión tanto el esfuerzo como la jerarquía y la selección, cuando hay un desacuerdo grave entre lo que se enseña en las aulas y lo que la sociedad pide. Se sitúa contra el mundo cuando no se atreve a aspirar de verdad a la excelencia y desconfía de la meritocracia; cuando vive pendiente de unos discursos que hace tiempo que han dejado de tener eco social o cuando confunde la pedagogía con una terapia contra los males de la vida humana, sin darse cuenta que una vida sin frustraciones va en contra de ella misma. La escuela se posiciona también contra su comunidad cuando confunde al alumno con un cliente y el conocimiento con el entretenimiento. Para cumplir fielmente su misión, es posible que la escuela tenga que navegar a menudo contracorriente. No hay que dejarse arrastrar por aquellas psicologías y filosofías que hacen de la frivolidad un principio y menospreciar el rigor, el esfuerzo y la educación del carácter.
(Entrevista realizada por Diego Giménez).
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