miércoles, 9 de junio de 2010

*Última entrevista a Jacques Derrida (I)

Jacques Derrida (1930-2004), ciudadano francés nacido en Argelia en el seno de una familia judía (expulsado en 1941 del instituto por motivos xenófobos), es considerado uno de los más influyentes pensadores y filósofos contemporáneos. Su trabajo ha sido conocido popularmente como pensamiento de la deconstrucciónl. Lo revolucionario de su trabajo ha hecho que sea considerado como el nuevo Emmanuel Kant por el pensador Emmanuel Lévinas y el Nuevo Friedrich Nietzsche según Richard Rorty". Es, acaso, el pensador de finales del siglo XX que más polémica ha levantado.
En la última entrevista hecha a Jacques Derrida, éste cuenta las vicisitudes del uso del lenguaje que siempre se encuentra ligado al origen, en su caso, judío y francés; o bien, a los ideales políticos y de resistencia ideológica y al devenir cotidiano de la política mundial. La palabra contra la simplificación y el totalitarismo. Del mismo modo expone su particular visión de Europa como una opción frente al inminente control mundial estadunidense; del apoyo a la unión entre homosexuales, y de su propia vida, consecuente con varios ideales inamovibles, lo que le otorgó, junto a otros pensadores el sello de el incorruptible.

.-Nunca ha tenido usted tanta presencia pública como en este último año, desde el verano de 2003. No sólo ha firmado varios libros nuevos sino que también ha recorrido el mundo entero para participar en numerosos coloquios internacionales organizados en torno a su trabajo, le han dedicado una segunda película y varios números especiales en importantes revistas. Es mucho para un solo año, y sin embargo, usted no lo oculta, está...

Dígalo claramente: enfermo de bastante gravedad, es cierto, y sometido a un tratamiento terrible. Pero dejemos esto si le parece, no estamos aquí para dar un parte médico —lo sepa todo el mundo o sea algo secreto...

.-De acuerdo. Empecemos esta entrevista con el enigmático exordio de una de sus obras: «Alguien, usted o yo, se adelanta y dice: quisiera aprender a vivir por fin.» Más de diez años después, ¿qué ha ocurrido con este deseo de «saber vivir»?

Aprender a vivir es madurar, y también educar. Dirigirse a alguien diciéndole: «te voy a enseñar a vivir», significa, a veces en tono de amenaza, voy a educarte, incluso voy a enderezarte. Luego, y el equívoco de este juego me parece más interesante, este suspiro se abre también a un interrogante más difícil de responder: vivir. ¿Se puede aprender a vivir? ¿Se puede enseñar? ¿Se puede aprender, mediante la disciplina o el aprendizaje, a través de la experiencia o la experimentación, a aceptar, o mejor, a afirmar la vida?
Bueno, para contestar sin más rodeos a su pregunta, no, nunca aprendí a vivir. De ningún modo. Aprender a vivir debería significar aprender a morir, a tomar en cuenta, para aceptarla, la mortalidad absoluta (sin salvación, ni resurrección, ni redención) ni para sí ni para el otro.

Desde Platón, es una vieja exhortación filosófica: filosofar es aprender a morir. Creo en esa verdad sin someterme a ella. Cada vez menos. No aprendí a aceptar la muerte. Todos somos supervivientes cuya sentencia se mantiene en suspenso y la atención se dirige principalmente, en un mundo menos igualitario que nunca, hacia los mil millones de seres vivos —humanos o no— a los que se niega, además de los elementales «derechos humanos», que datan de hace dos siglos y que se enriquecen sin cesar, el derecho en primer lugar a una vida digna de ser vivida.

Pero en lo que se refiere a la sabiduría del saber morir sigo siendo ineducable. Todavía no he aprendido nada a este respecto. El tiempo de aplazamiento de la pena se acorta de manera acelerada. No sólo porque soy, con otros, heredero de tantas cosas, buenas o terribles: cada vez más a menudo, al haber muerto la mayoría de los pensadores a los que me asociaban, se me califica de superviviente: el último representante de una «generación», la de los años 1960, más o menos, lo que, además de no ser rigurosamente cierto, no sólo me inspira reparos sino también sentimientos de rebeldía un poco melancólicos. Como, por añadidura, algunos problemas de salud se hacen acuciantes, la cuestión de la supervivencia o del aplazamiento, que me ha atormentado, literalmente, en cada momento de mi vida, de manera concreta, incansablemente, adquiere hoy una coloración distinta.

.-¿Y sobre su concepto de la supervivencia?
Siempre me interesó este tema de la supervivencia, cuyo sentido no se añade al vivir y al morir. Se da ya en el origen: la vida es supervivencia. En su acepción común sobrevivir significa continuar viviendo, pero también vivir después de la muerte. Todos los conceptos que me ayudaron a trabajar estaban vinculados al «sobrevivir» como dimensión estructural. No deriva ni del vivir ni del morir. Tampoco lo que llamo el «duelo originario». Éste no espera a que se produzca la muerte «real».

No quiero renunciar a nada, sea lo que sea, no puedo hacerlo. Aprender a vivir es siempre narcisista; uno quiere vivir todo lo que pueda, salvarse, perseverar y cultivar todas estas cosas que, infinitamente más grandes y poderosas que uno mismo, forman parte sin embargo de este pequeño «yo» al que desbordan. Pedirme que renuncie a lo que me formó, a lo que tanto amé, es pedirme que muera. En esta fidelidad hay una especie de instinto de conservación. Renunciar, por ejemplo, a una dificultad de formulación, a una paradoja, a una contradicción suplementaria, porque no se va a entender, o más bien porque tal periodista que no sabe leerla, que ni siquiera sabe leer el título de un libro, cree que el lector o el oyente tampoco lo van a entender, que la audiencia o lo que sea su medio de sustento se va a sentir molesta con ello, es para mí una obscenidad inaceptable. Es como si me pidieran que me humillase, que me convirtiese en esclavo, o que muriese de pura tontería.

2 comentarios:

  1. Ubaldo Rodríguez Serrano25 de mayo de 2011, 23:44

    Jacques Derrida I
    Cuando una persona tiene una enfermedad quiere dejar un legado antes de morir, quiere decir que piensa, luego existe , y que ha dejado algo en la tierra y su viaje no ha sido en vano, en este caso deja palabras, estas palabras expresan mucha sabiduría y dice verdades que ha aprendido a lo largo de toda su vida.
    El saber vivir es encontrar el verdadero sentido de la vida, para encontrarlo hay que buscarlo. ¿Pero cómo? Muy sencillo hay que ser constante, aplicarlo a la vida ayudando a los demás cuando lo necesiten, aprender a perdonar, respetarte a ti mismo y tratarte bien, entonces alcanzarás un bienestar interior y satisfactorio, aun así no es tan sencillo porque Jacques no ha aprendido a saber vivir, más bien no ha superado aprender a morir le aterra la muerte ¿A quién no? Su salud no era muy buena y es normal tener miedos, yo pienso que no se tiene que a prender a morir, la muerte es inevitable y lo quieras o no va a llegar, hay que hacer cosas que merezcan la pena no pensar en la muerte.
    Respecto al término de la supervivencia me parece adecuado ´´duelo imaginario`` aun así yo lo llamaría técnicas y sobre todo suerte.
    ´´Aprender a vivir es narcisista`` voy a comentar algo de esta frase, claro que desde que nacemos somos narcisistas, cuando aprendemos somos narcisistas pero rendirte es lo mas nihilista que hay, porque rendirse es un vacío y preferiría ser narcisista antes que rendirme.
    Este texto transmite una fuerza impresionante´´Pedirme que renuncie a lo que me formó, a lo que tanto amé, es pedirme que muera`` porque al final hace una reflexión muy buena, interpreto que cada persona piensa de manera distinta y nunca hay que rendirse.

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  2. Hola Ubaldo:
    Lástima que sea el único comentario que has hecho en el blog porque ha sido magnífico. No se me ocurre qué puedo decir a lo que has dicho.
    Te felicito.

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